sábado, 26 de julio de 2025





¿Hacer el bien a quien hace el mal?

Una reflexión sobre la bondad y sus límites

Ps. Carlos Daniel De Luise Saurré


En nuestra vida diaria , es muy común encontrarse con personas que a pesar de hacer daño a otros, reciben por parte de los demás un trato amable y comprensivo, ante esta situación se plantea una pregunta ética profunda, ¿Hace bien una persona que actúa con bondad hacia alguien malvado que perjudica a los demás?, a primera vista, podría parecer que cualquier acto de bondad es positivo en sí mismo, sin embargo, una mirada más cuidadosa desde la psicología, la filosofía moral y la espiritualidad revela que la bondad sin discernimiento puede ser tan dañina como la maldad misma.

Desde la psicología, especialmente en el enfoque conductual, sabemos que las conductas se refuerzan por las respuestas que reciben, si alguien que actúa de manera destructiva es tratado con amabilidad sin ningún tipo de corrección o consecuencia, su comportamiento puede intensificarse, además, muchas veces la persona que es "buena" con alguien dañino no lo hace por verdadera generosidad, sino por miedo, baja autoestima o dependencia emocional, en estos casos, la bondad se convierte en una trampa, tanto para quien la ofrece como para quienes sufren las consecuencias del mal tolerado, la filosofía moral también ofrece herramientas valiosas para entender este dilema, para Aristóteles, la virtud está en el equilibrio, ni demasiada pasividad ni exceso de rigidez, ser verdaderamente virtuoso implica saber cuándo ser amable y cuándo firme, desde otra perspectiva, Nietzsche advertía sobre el "buenismo", una falsa bondad que encubre debilidad moral y se convierte en complicidad silenciosa, inclusive Kant, defensor de la buena voluntad, reconocía que actuar sin sentido crítico no garantiza una conducta moralmente correcta.

Por otro lado, la espiritualidad promueve el amor y el perdón, incluso hacia los enemigos, sin embargo, esto no significa aceptar el mal sin límites, en el cristianismo, por ejemplo, el amor al prójimo va de la mano con la justicia: perdonar no es sinónimo de permitir, en el budismo, la compasión se guía por la sabiduría; Ayudar al otro también implica hacerle ver el daño que causa, y ponerle límites cuando sea necesario.

Para resumir, la bondad auténtica no es ingenua ni pasiva, ser bueno con alguien malvado puede ser un acto noble si esa bondad busca transformar, confrontar con firmeza y proteger a los inocentes, pero si esa bondad permite que el mal crezca y que el daño continúe, se convierte en una forma de irresponsabilidad, en un mundo donde el mal muchas veces se disfraza de debilidad o indiferencia, la verdadera bondad requiere coraje, discernimiento y, sobre todo, responsabilidad ética, es como aquel viejo dicho que dice que “hay personas que creen que ser bueno es ser estúpido, lo que no saben es que ser bueno es una virtud que los estúpidos no pueden entender”.